Un día cualquiera
Abre los ojos. Unos segundos de felicidad, los que tarda en
recordar quien es. Durante unos minutos se queda tendido en la cama,
reflexionando sobre esa felicidad, la felicidad de simplemente existir. Si
pudiera lo olvidaría todo, dejaría su mente en blanco y solo existiría. No
puede. Se levanta de la cama, aunque no quiere, pero tiene cosas que hacer.
Mientras se asea y desayuna de nuevo se para a pensar, no quiere ir pero debe ir,
¿En que momento eligió él que “deber” era mas importante que “querer”? Nunca
encuentra respuesta a esta pregunta, ni a casi ninguna de las que se hace,
simplemente es así. No lo entiende, esta frustrado, piensa que las cosas no son
como deberían ser, sin embargo, así son, y ¿Quién es el para decir lo
contrario? Se viste y va al trabajo. Pasa ocho horas haciendo lo que tiene que
hacer mientras sueña con lo que querría hacer. Vuelve a casa, sin prisa, nadie
le espera. Ahora tiene tiempo libre, puede hacer lo que quiera. No hace nada.
Hora de dormir. Cierra los ojos. Así termina otro día que jamás debió haber
vivido.