¿Qué ha salido mal?
Mire a donde mire veo dolor. Algunas veces un dolor fingido en superficie,
tratando de llenar con frágil victimismo el vacío que ocupa toda vida carente
de sentido; otras, dolor real yace bajo tres o cuatro capas de forzada
indiferencia, consumiendo la voluntad de hombres y mujeres que un día se
atrevieron a soñar, y juraron no volver a cometer ese error; las más, el dolor
simple y llano de la resignación a una vida mediocre.
Y junto al dolor, siempre
la anestesiante comodidad de vivir en la costumbre, acompañado del tan repetido
como irritante: “Qué le vamos a hacer, así es la vida”. Y así es la vida, de
eso no cabe duda, porque es esa la vida que construimos. Una vida llena de
limitaciones autoimpuestas cuyo máximo exponente es el miedo a cambiar un mundo
que nos anula día a día. Vida de apariencias en la que apenas nosotros mismos
sabemos quién demonios es cada uno, esforzándonos por convencer a otros de que
somos aquello que quisiéramos ser, antes de llegar a comprendernos. Negamos sentimientos
que nos resultan confusos, inventamos verdades clarificadoras, aclamamos ideas
que nunca nos han pertenecido…; y mientras, la vida pasa de largo, apenas
rozándonos, ajena a una realidad que no reconoce como propia. Ninguno de
nosotros lo hace.
Nos hemos estrellado
porque todos tenemos el deseo, pero a la mayoría nos falta la voluntad. No sé
si la hemos perdido, nos la han quitado, o nunca la tuvimos; pero con cada día
que nos regodeamos en nuestra desgracia sin hacer nada por cambiarla, nos
lo ganamos un poquito más. Hasta que en
la caja negra de nuestra accidentada especie quede plasmado con letras de
alegres diseños y vivos colores: Sufrieron porque no merecían nada mejor. No lo
buscaron. No creyeron que lo hubiera. No se atrevieron. Eran idiotas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario