lunes, 30 de noviembre de 2015

Editorial Número 6

Aquí os dejo el que será (salvo correcciones de última hora, que son habituales) el editorial del sexto número de la revista. Si queréis participar en la edición, podéis enviarme vuestros textos antes del día 16 de Diciembre (si tienen algo que ver con el tema, mejor, pero no es imprescindible).

Un nuevo despertar

Si hoy me despertara sin saber absolutamente nada y pudiera dedicar todo el día a observar, recorrería el mundo de punta a punta impaciente por absorber toda la belleza que debería albergar semejante lugar. Dedicaría las primeras horas a disfrutar de la naturaleza en todas sus formas, pero inevitablemente llegaría un momento en que me llamarían demasiado la atención todos aquellos seres semejantes a mí que caminan de un lado a otro; los vería, y entonces ya no podría dejar de mirarlos.

Vería “Sabios” que levantan muros, “Lideres” que limitan a sus pueblos, “Maestros” que esposan a sus alumnos, y gente normal luchando a corazón abierto por alcanzar la paz de su tumba cerrada.

Vería el polimorfismo de la injusticia, a veces disfrazada de colores alegres, entre leyes y trajes de seda;  y otras, tan cruda y evidente que solo puede ser ignorada, gracias a la distancia que nos impide distinguir con claridad si un estómago está lleno, o hinchado.

Vería como todos persiguen el concepto más complejo de cuantos se han intuido, “ser felices”, mientras se conforman con una insultante simpleza, que recuerda al caviar de los pobres: Sabemos que existe uno de verdad, pero solo hemos probado el extracto del mercadona.

Vería bombas, fuego, sangre… y me sería imposible distinguir entre inocentes y culpables, abrumado ante tantas banderas y proclamas; incapaz de saber qué es cierto, más allá de la innegable certeza de la muerte que acompaña en nuestros días a cada grito de libertad.


Y me iría a dormir triste, pero ilusionado, sabiendo que al día siguiente un velo de inconsciencia cubriría mis ojos y alentaría mi lucha; tratando de alcanzar en los sueños de esa noche, al menos, la intuición de una idea a la cual perseguir de forma incansable… aunque sea mentira. Porque llegados a este punto, más vale agarrarnos con fuerza a las alas del soñador, que doblegarnos a la realidad del omnipresente dolor.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Reflexión a ritmo de rap. Thug life.

“Sigo sintiendo dolor, quieren pintar la vida de un distinto color.” Swan Fyahbwoy
Siempre aparece alguna época en nuestras vidas en la que ya nada es lo que prometía ser. La presión que ejerce el entorno moldea nuestra percepción de forma que todo resulta confuso; excepto el omnipresente dolor, tan propio que nadie consigue hacernos dudar de él. Es la única conexión con nuestra realidad interior, la alarma que no para de advertirnos de que algo anda mal.

“Quizás fueron las ruinas que dejé detrás,  por eso no le temo al fuego, pero sí a las cenizas.” Kase - O
El fuego de los momentos más intensos da lugar a una lúgubre nube de cenizas tan alejada de aquello que entendíamos como real, que la reflexión apenas se distingue de la locura. Nuestro mundo ha cambiado, se ha consumido; y lo que queda de él es áspero, inerte, nada se puede intuir en ello de todo cuanto fue. Pero fue, sabemos que fue, si no las ruinas tampoco estarían ahí.

“Un nuevo día, el mismo sol, la misma mierda, la misma guerra en esta tierra de injusticia, cada día más alcohol, cada día menos pericia para salir del laberinto en el que, espero, no me pierda.” Zenit
Va pasando el tiempo, y la sutil condena a rutinas forzadas en la que es imposible distinguir entre inocentes y culpables, obliga a buscar salidas fáciles que nunca son auténticas, si no más bien una manera de crear nuestra zona de confort dentro del enorme pozo de mierda en el que nos vamos introduciendo. No obstante, es innegable la pulsión que nos empuja hacia fuera, e inexplicablemente confiamos en ella mientras la ignoramos abiertamente.

“Mis sueños son mentiras que algún día dejaran de serlo.” Nach
Existe. Lo sabes. Lo sientes. Aunque siempre desaparezca, y deje solo un halo de amargura que alarga la brevedad del espejismo; está ahí. Está en el dolor , en las cenizas, en el laberinto… en todas partes. Pero no puedes ir por ahí diciendo: “El sueño es verdad, ¡claro que es verdad! Es la puta realidad la que se equivoca.” Eso no sirve de nada, no cambia nada. Lo que sí puedes hacer es luchar cada día para que más gente comparta ese sueño, sabiendo que lo “real” no es más que lo que la mayoría decide; o más bien, lo que decide la mayoría de entre aquellos que se atreven a elegir.

Si has llegado hasta aquí te contaré una curiosidad, y es que tal vez te preguntes: “¿A qué viene esta mierda? ¿Tanto se aburre el chaval?” Pues sí, pero además  me apetecía hacer algo un poco distinto, ya que hace mucho que no subía nada original al blog. El caso es que últimamente no paro de ver Thug Life por todas partes, se ha convertido en moda o en viral o cómo queráis llamarlo. Y como pasa con todas estas cosas, ha perdido por completo su significado. La traducción simplista que se venía haciendo del término era “Vida criminal”, en la que ya se perdía buena parte de su contenido; pero debo reconocer que muchas de las reglas de la filosofía Thug Life podrían definirse en nuestra sociedad como criminales, y a nadie le sorprende que la gente se haya quedado principalmente con una serie de normas para bandas, sacadas de contexto, y desligadas de cualquier idea subyacente. Este error nos ha costado varios años de raperos con pistolas y cadenas de oro, con grandes formas y ningún fondo. Pero ahora se ha dado un paso más, ridiculizando por completo la idea, y convirtiéndola en irrisoria para todos aquellos que ni conocen ni quieren conocer nada más. Si eres uno de ellos, puedes dejar de leer :D.

Si hablamos de Thug Life, tenemos que hablar de Tupac. Hijo de una Pantera Negra, criado entre pobreza, con un padre semi-desconocido y un padrastro que no ejercía como tal, podemos imaginar que desde bien pequeño interiorizó qué significaba luchar. Hasta aquí es una historia relativamente habitual, millones de personas pasan por situaciones parecidas, e incluso peores; la diferencia está en que Tupac, además de ser uno de aquellos guerreros forjados en los guetos, tenía muchísimo carisma y la capacidad de transmitir aquello que pensaba.

¿Y qué es lo que pensaba? Para hablar de esto, necesito obviar un montón de detalles. Todo cuanto ocurrió en su (corta) vida lo podéis encontrar en cualquier otro lado, de hecho dejaré un enlace al final del post con un documental en el que se repasa fielmente su vida. A mí no me importan los delitos, los escándalos, ni su asesinato; nada de ello nos habla de sus ideas, solo de la acción asociada a su vida, y de los errores que, como todos, cometió. Lo que sí me parece necesario explicar es la filosofía que  había tras esos actos, a pesar de que en algunas ocasiones el propio Tupac la aplicara con más acierto que en otras. Y es entonces cuando llegamos a Thug Life.

Thug life no fue un término acuñado por Tupac, pero sí fue él quien le dio un significado. Podría intentar hacer un ensayo muy serio, con estadísticas sociológicas, conceptos asociados a grandes filósofos, y premisas que condicionen mi razonamiento y el vuestro, para explicaros lo que significa; pero no lo entendería ni yo. Prefiero una exposición breve y directa, y que seáis vosotros los que llenéis los huecos con vuestra intuición y vuestra experiencia. La idea es la siguiente: Tú me has creado con tu sistema lleno de injusticias en el que me has relegado al último puesto, privándome de todo aquello que consideras tus derechos. He nacido de tu egoísmo, de tus prejuicios y de tu desprecio, y ahora ¿Te quejas de mí, te llevas las manos a la cabeza, y quieres detenerme? Que te jodan. Eso es todo. 

Thug Life es The Hate U Give Little Infants Fucks Everybody (El odio que das a los niños nos jode a todos). Una idea sencilla, creo que fácilmente reconocible y que a la mayoría de nosotros nos resulta relativamente clara (añadamos los matices de lo políticamente correcto y tendremos, incluso, algo “respetable”); y que sin embargo, requiere de toda esta explicación simplemente porque la mayoría de la gente no sabe qué lee, qué escucha, o qué vive.

Espero no haber resultado aburrido, pero confío en que al menos leer esto os sirva para daros cuenta de que profundizar en las ideas que te rodean te hará comprender mejor el mundo en el que vives, del mismo modo que absorber la tradición del yoga ayuda a mejorar tu espiritualidad mucho más que hacer el pino apretando el culo y subirlo a Instagram. THUG LIFE, o como diría alguien que comprendió la idea:

"Educa a los niños para no castigar a los hombres". Rafael Lechowski


Documental sobre la vida de Tupac, acompañado de sus propias declaraciones: https://www.youtube.com/watch?v=GI9iMxHDyOg

viernes, 6 de noviembre de 2015

El silencio es miedo Nº5

Por fin, después del típico retraso, al que terminaré por nombrar como un colaborador más, puedo subiros el quinto número de la revista. En esta ocasión la edición digital se queda un pelín coja, ya que uno de los ensayos es participativo y evidentemente a través de la pantalla es más complicado; la idea me ha encantado, intentaré encontrar una forma en el próximo número de implicar también a aquellos que no tienen la suerte de vivir en Palencia,  pero si queréis participar en esta tendréis que ser vosotros quienes usen el ingenio esta vez (Después me lo mandáis, y ya perfecto :P). Los que viváis por aquí ya sabéis que podéis encontrar la revista en la Librería - cafetería Ateneo, Librería Amarilla y Librería Del Burgo de forma totalmente gratuita, así como en bibliotecas y otros puntos de lectura. Espero que os guste!!!!
(Pinchad en la imagen para verla :D)
                                           

                         

miércoles, 26 de agosto de 2015

El silencio es miedo Nº4

Aquí os dejo el cuarto número de la revista. Con algo de retraso, para no perder las costumbres; esta vez la excusa es que con motivo de las fiestas de mi ciudad (Palencia), este viernes comienza en el Paseo del Salón la Feria del Libro en la que además de encontrar todo tipo de libros, podréis disfrutar de algunos actos como el "Combate poético" que se celebrará el día 31 de Agosto a las 9 de la tarde, y que os recomiendo a todos. ¿Y qué mejor escaparate para nosotros que la Feria del Libro? Allí estará disponible la versión en formato papel de la revista, gracias a la ayuda e implicación de nuestros patrocinadores. Así que ya sabéis, si estáis por Palencia y queréis echarle un ojo a lo que hacemos, pasaros por las casetas de Ateneo o Del Burgo, o acercaros a "La amarilla".

Para aquellos que no tengáis la suerte de estar en nuestra ciudad, en los enlaces de abajo podréis ver la versión digital, que es más fría al tacto, pero la hemos puesto colores. Mil gracias y un abrazo enorme para todos los que habéis participado en este número. Espero que os guste!!!

El silencio es miedo Nº4 Versión digital

El silencio es miedo Nº4 Versión para imprimir

martes, 14 de julio de 2015

Adelanto del próximo número de la revista

Por aquí os dejo la lectura del que será uno de los textos de la próxima revista, junto con la imagen que le acompaña. En este caso, en lugar de ilustrar un texto, lo que hemos hecho ha sido ponerle texto a una imagen. He aprovechado una pequeña introducción que ya tenía y el resto ha venido solo, expresado desde la misma ilustración. Espero que os guste!


Texto: Jorge Ramos
Ilustración: V. Delgado Diez

miércoles, 10 de junio de 2015

El silencio es miedo Nº3

Ya tenemos aquí el tercer número de la revista, esta vez enfocado a acercaros situaciones que algunos de vosotros ya conocéis muy bien, pero que para una gran mayoría son algo completamente ajeno. Confío en que el trabajo y la dedicación que le hemos puesto a este proyecto sirva, como siempre, para sumar nuestra voz a la de aquellos que tienen algo importante que decir, guste más o menos.

Como siempre, podéis visualizar y descargar la revista desde los enlaces del final del post; o si vivís en Palencia, acercaros a alguno de los establecimientos que colaboran con nosotros para haceros con un ejemplar de la tirada en papel.

Gracias a todos por participar!!!!



jueves, 16 de abril de 2015

El relato del mes

Supone para mí un orgullo poder anunciar que he resultado ganador en la categoría “tema libre” del mes de diciembre en el concurso que organiza la web “El relato del mes” (http://elrelatodelmes.com/), y cuyo resultado, unido al de los meses anteriores, se traducirá en una antología compuesta por los dos relatos más votados en cada uno de los concursos realizados a lo largo del año pasado. ¿Y por qué un orgullo? Muy sencillo, el formato del concurso tiene tres reglas: El resultado se elige por votación, sólo pueden votar aquellos que hayan participado en alguna ocasión, y es obligatorio votar en la edición en la que quieras participar. Esto hace que hayan sido mis propios compañeros y “rivales” quienes han valorado el trabajo, y siento una especial gratitud al ser recompensado por aquellos que compartimos una pasión. ¡Muchas gracias!


En el siguiente enlace podéis recordar (suena muy romántico eso de recordar, aunque para la mayoría será la primera vez que lo leéis :P) el relato con el que me presenté a este concurso. http://elsilencioesmiedo.blogspot.com.es/2014/11/yo-me-acuso.html

martes, 7 de abril de 2015

El silencio es miedo Nº2

Por fin, después de algunos problemas técnicos, puedo hacer público el segundo número de la revista gratuita "El silencio es miedo". En esta ocasión, además de la edición digital, contaremos con una tirada en papel de 120 ejemplares que podréis encontrar en los distintos puntos de lectura de nuestra ciudad (Palencia) así como en las librerías que han colaborado en el proyecto. Espero que os guste y, sobre todo, que os anime a ser vosotros mismos quienes constituyan el próximo número. Podéis visualizar o descargar la revista en los enlaces situados al final de la entrada.

En este número participan:


martes, 17 de marzo de 2015

Remake: Delirio común

He tenido la suerte de contactar a través de una gran colaboradora con el artista lepero Paco Sánchez Cabet. De forma totalmente desinteresada, como todos aquellos que colaboráis conmigo, ha ilustrado uno de mis pequeños ensayos para el próximo número de la revista, y no puedo evitar la tentación  de subir su trabajo al blog para que podáis disfrutar de la ilustración a color. Uno de los mayores placeres que me ha concedido la escritura es poder disfrutar de la experiencia de que alguien absorba mis palabras y las transforme en una imagen capaz de representarlas y complementarlas. A continuación os dejo el texto y la imagen, espero que os guste tanto como a mí. Gracias Paco.

Delirio Común


De entre todas las enfermedades que afectan al ser humano, existe una que, por común y extendida, pasa completamente desapercibida: El incomprensible apego a una ficción que convertimos en realidad, enfocando en torno a ella buena parte de nuestras ideas políticas, nuestros sistemas de gobierno, y nuestras propias vidas. El dinero, el puto dinero.
Ni el más grande pintor de todos los tiempos, ni el mejor filósofo de la historia, ni el mayor psicólogo de entre los que han dedicado su vida a estudiar al individuo…; ninguno de ellos sería capaz de retratar al hombre en un pedazo de papel con la claridad y crudeza con la que lo hace un billete de cinco euros. Porque es eso, un pedazo de papel, y nada más. Pero un papel puede ser muchas cosas: Un sinfín de sentimientos expresados en unos versos, las ideas de una vida contenidas en unas líneas, el reflejo de un alma a través de una pintura… Pero también puede ser una cárcel; o más bien, un carcelero. La cárcel somos nosotros.
Y es que no hay mejor ejemplo de la denominada “mentalidad de manada” que la simple existencia del dinero. Miles de millones de personas haciendo cosas que detestan, con el único fin de obtener algo que ya tienen: El derecho a vivir dignamente. Pero nos han convencido de que para ello necesitamos dinero. ¿Y por qué? Porque los peores de nosotros son quienes deciden cómo ha de vivir el resto. Ellos acumulan los recursos, y los reparten a su antojo exigiendo a cambio lo único que un hombre posee realmente, que es su tiempo. Y el hombre, manso y obediente, continúa por el sendero marcado; como si el resto del campo no fuera también Tierra, y los sueños no pudieran convertirse en Vida.
Es necesario huir del juego de ilusionistas que gobierna nuestros actos, y comprender de una vez por todas que para comer no hace falta dinero, si no comida; para vestirse no es imprescindible el dinero, si no la ropa; y para refugiarse del clima no debemos ocultarnos bajo un fajo de billetes, si no bajo un techo. Nosotros debemos decidir cómo obtenemos todos esos recursos que provienen de la Tierra, la cual nos pertenece a todos por igual, pues nadie nace siendo más que otros, por mucho papel pintado de colores que sea capaz de reunir.


lunes, 2 de marzo de 2015

El diván del escritor

La blogger, escritora, ilustradora... y multifuncional Corina Morera (@corina_morera) ha decidido incluir dos de mis artículos de opinión en el cuarto número de su revista digital "El divan del escritor" en la cual podréis encontrar además algunos vídeos, audios, concursos de microrrelatos y formas de participar en la revista a través de twitter.

Podéis descargar este número especial de invierno desde http://www.eldivandelescritor.es/2015/03/descarga-solidaria-especial-de-invierno.html de forma gratuita siguiendo los pasos que ahí se exponen, y disfrutar de la inmensa cantidad de contenido que se pone a vuestra disposición. Y por supuesto, animaros a participar!

martes, 17 de febrero de 2015

La caja negra de Dios

¿Qué ha salido mal? Mire a donde mire veo dolor. Algunas veces un dolor fingido en superficie, tratando de llenar con frágil victimismo el vacío que ocupa toda vida carente de sentido; otras, dolor real yace bajo tres o cuatro capas de forzada indiferencia, consumiendo la voluntad de hombres y mujeres que un día se atrevieron a soñar, y juraron no volver a cometer ese error; las más, el dolor simple y llano de la resignación a una vida mediocre.

Y junto al dolor, siempre la anestesiante comodidad de vivir en la costumbre, acompañado del tan repetido como irritante: “Qué le vamos a hacer, así es la vida”. Y así es la vida, de eso no cabe duda, porque es esa la vida que construimos. Una vida llena de limitaciones autoimpuestas cuyo máximo exponente es el miedo a cambiar un mundo que nos anula día a día. Vida de apariencias en la que apenas nosotros mismos sabemos quién demonios es cada uno, esforzándonos por convencer a otros de que somos aquello que quisiéramos ser, antes de llegar a comprendernos. Negamos sentimientos que nos resultan confusos, inventamos verdades clarificadoras, aclamamos ideas que nunca nos han pertenecido…; y mientras, la vida pasa de largo, apenas rozándonos, ajena a una realidad que no reconoce como propia. Ninguno de nosotros lo hace.

Nos hemos estrellado porque todos tenemos el deseo, pero a la mayoría nos falta la voluntad. No sé si la hemos perdido, nos la han quitado, o nunca la tuvimos; pero con cada día que nos regodeamos en nuestra desgracia sin hacer nada por cambiarla, nos lo  ganamos un poquito más. Hasta que en la caja negra de nuestra accidentada especie quede plasmado con letras de alegres diseños y vivos colores: Sufrieron porque no merecían nada mejor. No lo buscaron. No creyeron que lo hubiera. No se atrevieron. Eran idiotas.



viernes, 6 de febrero de 2015

Revista "El silencio es miedo" Nº1

Os presento el primer número de la revista de distribución gratuita "El silencio es miedo" elaborada gracias a la colaboración desinteresadas de escritores e ilustradores, y financiada en su formato físico (Tirada de 75 ejemplares distribuidos en puntos de lectura de Palencia) con la ayuda de algunas de las librerías de mi ciudad. Espero que os guste, y sobre todo, que os animéis a colaborar en el próximo número, previsto para Abril. Leed... pensad... dad forma a vuestras ideas... y compartidlas!
Podéis descargar la revista en formato PDF pinchando sobre los enlaces del final.

En este número participan:



El silencio es miedo Nº1                          El silencio es miedo Nº1 versión para imprimir

domingo, 1 de febrero de 2015

No hay colores para todos: La historia de amor más breve del mundo

Hablando con algunas personas sobre mi texto "No hay colores para todos" me trasladaron que el relato cojeaba en el sentido de que le faltaba una explicación que diera algo más de profundidad a Héctor, protagonista de la historia. Aquí os dejo una nueva versión en la que trato de corregir ese error:

Seis hombres se encontraban reunidos en una amplia sala pintada del verde más cálido, casi blanco, gracias al efecto de la luz que se introducía por los enormes ventanales. El lugar reunía todas las condiciones que la ciencia aconseja para favorecer una buena disposición de ánimo, circunstancia que oprimía especialmente el corazón de uno de los hombres sentados a una “mesa redonda”, que no era redonda del todo, ya que ni siquiera había mesa.
“Todos los problemas del mundo pueden solucionarse con el color apropiado, ¡Por qué no se le habrá ocurrido antes al ser humano! -Pensaba Héctor, mientras jugueteaba con el pañuelo que cubría la gran cicatriz de su cuello- Como estamos desconsolados, nos meten en una gran sala del color de la esperanza, ¡Y todo solucionado! ¿Pero por qué parar ahí? Pintemos las casas de los solitarios del color del amor, las cárceles con el del arrepentimiento, los congresos que sean color honestidad… ¡Pintemos toda África del color de la comida! ¡Y ventanas, grandes ventanas por todas partes! ¡Qué no falten las putas ventanas!”
La frustración que siempre acompaña a quien se ve obligado a hacer algo que detesta dominaba por completo el débil alma de Héctor, cuyas cicatrices no podían cubrirse con ningún pañuelo. Todo le resultaba irritante: La enorme sala verde, el círculo de sillas que parecía sacado de un drama americano de segunda categoría, la suficiencia que percibía en la mirada del psicólogo… Pero por encima de todo aquello, lo que realmente se le hacía insoportable era la voz de sus compañeros de terapia: Esas vocecillas lastimeras, que alternaban dolor e ilusión como quien mezcla whisky con cola. Los despreciaba a todos y cada uno de ellos, no había un solo átomo de su cuerpo que no sintiera repulsión hacia el más insignificante de los patéticos gestos que repetían una y otra vez, acompañados siempre de las mismas expresiones, tan repetidas como carentes de contenido. Y de entre todos ellos, al que más despreciaba era a sí mismo.
Llevaba ya más de una hora en la sesión a la que una resolución judicial le había obligado a acudir, la primera de una docena. Desde el primer minuto había dedicado sus escasas fuerzas a revolcarse entre el odio que inundaba todo su ser, odio del que reconocía ser el único objetivo, pero que cobardemente calmaba reflejándolo sobre todo aquello que le rodeaba. Por primera vez en toda la tarde, el silencio dominó la sala, e instintivamente, Héctor alzó la cabeza para encontrar todas las miradas puestas en él.
-¿Qué ocurre? -dijo, poniéndose recto sobre su silla, en actitud desconfiada.
            -Es tu turno -El psicólogo hablaba de forma pausada y serena, como quien se dirige a un niño. -Por ser tu primer día, te hemos dejado para el final; pero ahora debes contarnos por qué estás aquí, para que todos conozcamos tu historia.
            - Estoy aquí por lo mismo que todos, porque intenté quitarme la vida y ni eso supe hacer - Algunos de sus compañeros negaron con la cabeza, a lo que Héctor respondió con una agresividad que desentonaba claramente con la resignación que desprendía todo su lenguaje corporal. - ¿Acaso no es cierto? ¿Estaríais aquí si hubierais hecho al menos eso bien?
            -  No estás aquí para hablar de los demás, Héctor. - El psicólogo adoptó un tono autoritario- Esto es tan difícil para ellos como para ti, no vas a solucionar nada atacándolos. Cuéntanos lo que te sucedió y podremos marcharnos todos a casa, en caso contrario, se lo haré saber al juez.
La mención al juez hizo sonar una alarma en el desgastado entendimiento de Héctor. Era consciente de que si no conseguía una opinión favorable de éste, aun podía decretar su ingreso en un centro psiquiátrico, en donde le tendrían severamente controlado; así que decidió apartar por un instante el odio, e intentar ser la persona que recordaba haber sido, antes de que su mundo se convirtiera en un pozo de oscuridad.
            - Yo… lo siento - Dijo Héctor, con sincero arrepentimiento, mientras su expresión parecía volver a encajar en su castigado rostro-. Veréis, no se me da muy bien hablar en público, me pongo muy nervioso y eso hace que hable demasiado rápido, y confunda algunas palabras; por eso he escrito una pequeña historia en la que cuento el motivo principal por el que he terminado aquí. - Héctor sacó del bolsillo de su pantalón una cartera de cuero negra, y buscó en ella un folio plegado que inmediatamente desdobló- No le he puesto ningún título, pero se me ocurre que podría llamarse: “La historia de amor más breve del mundo”. - Héctor aclaró su garganta, y comenzó a leer -  Me enamoré de ella casi al instante de conocerla. Con el inexplicable convencimiento de la intuición, sentí que era todo aquello que siempre había buscado, todo lo que necesitaba para ser feliz. La tenía ahí… ¡Justo ahí! Siempre pensé que no existía, pero ahora la había encontrado. Podía saborear la felicidad futura, soñando con crecer juntos a la luz de un amor verdadero, que nos completara más allá de lo humano y lo divino; seríamos el sentido mismo de la existencia, la justificación de todo bien y mal, de la dicha y el dolor, causa y consecuencia de todo lo que ha ocurrido y lo que ha de ocurrir. Nada existiría en el universo que no pudiera abarcar y comprender en un segundo si ella estaba a mi lado, ofreciéndome su calor, iluminándome con su mirada. Por fin tenía la Vida al alcance de la mano, podía sentir como se introducía en mi cuerpo y me llenaba de luz, me convertía en un hombre nuevo, capaz de lograr cualquier cosa… Pero ella no sentía lo mismo.

El silencio dominó la sala por segunda vez aquella tarde. Héctor dobló el folio de nuevo y lo guardó directamente en el bolsillo, mientras el verde de las paredes desaparecía emborronado, para convertirse en un débil gris visto entre lágrimas.

sábado, 24 de enero de 2015

Cincuenta palabras

Entre mis proyectos de colaboración, uno de los que más me ha llamado la atención es el de la web "Cincuenta palabras", que nos propone el reto de crear micros que contengan exactamente ese número de palabras. No sólo la idea es original, si no que además el administrador de la web le pone la dedicación necesaria para que el proyecto funcione, parte esencial a la hora de convertir en realidad una idea. A continuación os dejo el enlace a mi primera aportación en la web, e iré editando y actualizando la lista de enlaces a medida que vaya aumentando el número de colaboraciones.

http://www.cincuentapalabras.com/2015/01/buscando-respuestas.html

http://www.cincuentapalabras.com/2015/01/salud-publica.html

lunes, 19 de enero de 2015

La idea de Carlos

Los rayos del Sol caían aburridos sobre el techo, resbalando por alguna de las paredes de la imponente estructura. Era un edificio rectangular, hecho de hormigón, sin la menor pretensión estilística, hasta el punto de que más que un edificio parecía simplemente un recipiente olvidado en la antigüedad por los titanes; tal vez ni siquiera olvidado, sino más bien abandonado, o incluso repudiado. La única pista que hacía diferenciar la fachada principal del resto era una pequeña puerta sobre la que colgaba un cartel que rezaba: “Facultad de Ciencias Políticas”.
En el piso superior, la puerta de una de las clases se encontraba abierta, y a través de ella se podía ver lo que alguien más amante de la estadística que yo, quizás tuviera a bien denominar como “muestra representativa de la población universitaria”. Llamaba la atención, en primer lugar, la relación establecida entre libros y aparatos electrónicos de todo tipo como móviles o reproductores de audio, en la que los libros no tenían la menor opción de presentar batalla. También resultaba impactante el observar como las conversaciones se solapaban unas por encima de otras, y el reconocimiento de los compañeros no recaía sobre aquel que más razón tenía, si no que iba a parar a quien hacía el comentario más ingenioso. Pero era aún más increíble comprobar que ninguna de esas conversaciones tenía absolutamente nada que ver con las ciencias políticas, más allá del tono de las discusiones, que como he explicado antes, sí era exactamente el exhibido por nuestros ejemplares y democráticos representantes en las cámaras.
Con aproximadamente diez minutos de retraso, hizo su aparición el respetado profesor, cerrando la puerta tras de sí. El docente, un hombre de unos cincuenta años, moreno, bajo, con la cara extremadamente delgada y de mirada apagada, atravesó la clase y se sentó en su asiento, empezando a revolver un portafolios marrón en busca de la lección de aquel día mientras de forma intermitente dirigía amonestadoras miradas a sus alumnos, que surtían escaso efecto. Transcurrieron unos treinta segundos desde que el profesor se sentó hasta que resonó la última carcajada de uno de los alumnos, por algún comentario de uno de sus compañeros, posiblemente referente al profesor e indudablemente de exquisito gusto. Una vez callados todos los chicos, el profesor comenzó a recitar la lección, dando muestras de una increíble capacidad, sin duda perfeccionada por años de trabajo, para ignorar todo aquello que sucediera en la clase y proseguir como si nada, ya fueran cincuenta o ninguno los alumnos que le escuchaban y tomaban nota de lo dicho.
 Sentado en una de las últimas filas, un chico escribía con pasión, pero nada tenía que ver lo que escribía con lo que explicaba el profesor, pues este chico llevaba inmerso en su tarea desde antes de que el profesor entrara en la clase. Era un chico alto, delgado, tenía el pelo claro y su cara no era precisamente hermosa, si bien es cierto que la constante expresión de ensimismamiento que en ella se reflejaba no le ayudaba demasiado. Este tipo, de nombre Carlos, estaba entusiasmado con la oportunidad que se le brindaba para el día siguiente.
Como práctica para una de sus asignaturas, debían exponer una idea frente a sus compañeros, la que ellos quisieran. Hacía ya dos semanas que otros alumnos venían realizando la práctica, por orden alfabético según el apellido, y mañana era el día señalado para Carlos. Durante estas dos semanas los futuros políticos habían defendido todo tipo de ideas: Desde la exposición de Antonio, uno de los cabecillas de la clase, que para ganar una apuesta se había atrevido a defender el nacionalsocialismo ante su profesor, al que ya nada de esto cogía por sorpresa; hasta el trabajo de Ana, que aburrió a toda la clase, incluido el profesor, con una disertación acerca de los derechos humanos, tema que a casi nadie importaba, como suele suceder con aquellas cosas que nos vienen dadas sin esfuerzo, por valiosas que sean, y de las que sólo nos acordamos si en algún momento, Dios no lo quiera, nos vemos privados de ellas.
Pero, la verdad sea dicha, Carlos no había prestado demasiada atención a las exposiciones de sus compañeros, puesto que desde el momento en que el profesor anunció a sus alumnos en que consistía la práctica, empezó a escribir a borbotones, como si las ideas llevarán demasiado tiempo intentando salir de su cabeza; y ahora, ante la oportunidad surgida, lo hacían de forma desordenada, atropellándose unas a otras, confundiéndose y, en ocasiones, contradiciéndose. No resultó fácil dotar a todas esas ideas de un cuerpo definido, una estructura comprensible, pero Carlos había trabajado muy duro para poner por escrito y ordenadamente todo aquello que venía pensando en los últimos años, y estaba muy satisfecho del resultado final. Ahora, en la clase, estaba ocupado en escribir una serie de conclusiones con las que esperaba asombrar a su profesor y a sus compañeros, efecto que esperaba también con el resto de su exposición, en la que realmente tenía puestas grandes esperanzas. Y es que Carlos creía, lo creía ciegamente, que si el mundo va tan mal es únicamente porque los hombres están confundidos, son como niños que no saben cómo deben comportarse, y él estaba convencido de poder enseñarles el camino hacía una vida mejor, hacía un mundo mejor.
 De la vida de Carlos antes de aparecer por la universidad, nada sé. Lo que sí puedo decir de él es que era un chico solitario, al que no se le conocían amigos y del que la mayoría de sus compañeros no sabían ni el nombre. Esto no parecía importarle lo más mínimo, es más, diríase que toda su vida había consistido en perfeccionar una maestría insuperable para pasar desapercibido entre el resto de mortales, siempre con la mirada perdida, como si viera a través de las demás personas; efecto que, ya fuera por empatía, por simiesca imitación o por artificio de alguna oscura arte, era recíproco. Y sin embargo, amaba a la humanidad como tal vez no la haya amado nadie. No soy capaz de distinguir si fue su personalidad solitaria la que le llevo a amar a la humanidad, por no conocer a nadie lo suficiente como para ver sus defectos; o si, por el contrario, amaba tanto a la humanidad que se volvió un hombre solitario, por no ver su ideal arrastrado y humillado constantemente en cada persona que pudiera conocer.
 Llegó el día de su exposición. Carlos acudió a la facultad con más nervios de los que había previsto, sentía que iba a ser juzgado y que la reacción de sus oyentes le importaba mucho más de lo que hubiera deseado, lo que generaba no sólo los nervios sino además un pequeño enfado consigo mismo. Al llegar a la clase se dirigió directamente a la mesa del profesor, desde donde debía exponer su tema, y esperó con fingida calma a que pasaran los acostumbrados diez minutos sobre la hora que, por algún tipo de norma no escrita, tardaban en aparecer en la clase todos los profesores. Pasado el tiempo reglamentario entró el profesor de esta asignatura, distinto al maestro que conocimos antes, pero solo en cuanto al físico, pues su gesto y su mirada eran idénticos, parecía la misma alma con distinto traje. Con ademán aburrido, indicó a Carlos que podía comenzar, y así, este comenzó su discurso.

-Queridos compañeros -Sonaron las primeras risas, en algunos casos por comenzar a hablar con una fórmula similar, que nadie había utilizado hasta el momento; en otros, porque oían por primera vez la poco varonil voz de nuestro amigo Carlos, que ya de por sí era aguda, y además, se veía elevada por los nervios; los más, porque vieron reír a otros compañeros y pensaron que también ellos debían reírse -, es mi intención aprovechar esta oportunidad para arrojar luz sobre algo que nos concierne a todos.
-Pues sí que tienes tu muchas luces, payaso - Masculló alguien entre dientes entre la cuarta y la quinta fila de asientos, lo que provocó de nuevo risas en toda la parte delantera de la clase.
-A lo largo de la historia los hombres nunca han sabido comprenderse -Prosiguió Carlos, intentando no darse por enterado de las risas que ya le habían interrumpido en dos ocasiones -, debido a todo tipo de prejuicios derivados de las distintas culturas, clases sociales, religiones, ideologías… pero yo he ideado un sistema en el cual todos los hombres podremos vivir como iguales, como hermanos, como una gran familia.
-¡Yo en mi familia no te quiero ni regalado! - Gritó triunfalmente Antonio, seguido de una explosión de carcajadas por toda la clase.

Carlos ya no fue capaz de ignorar éste último comentario y la consiguiente reacción. Su cara se encendió como nunca antes lo había hecho y sus ojos brillaban conteniendo con indescriptible esfuerzo las lágrimas que se esforzaban por escapar, situación que no pasó desapercibida para sus compañeros y que contribuyó a aumentar las risas entre gran parte de ellos. Ante la imposibilidad de continuar con su exposición sin echarse a llorar, Carlos recogió sus papeles y se fue de la clase ante las burlas de sus compañeros y la atónita mirada de su profesor que nada hizo por retenerle, y que, tras la huida de Carlos, dio un pequeño discurso a sus alumnos acerca de cómo hay que tratar a los compañeros y de cuán avergonzados deberían sentirse por lo que habían hecho. Los alumnos se alegraron mucho de que el resto de la clase se invirtiera en ese discurso, en lugar de en avanzar materia de examen.
 Cuando Carlos salió de la clase concedió una tregua a sus impulsos y permitió que las lágrimas brotaran del mismo modo que algunos días antes lo habían hecho las ideas. Salió de la facultad con la cabeza gacha y comenzó a caminar sin saber dónde, puesto que su único deseo era alejarse de aquel lugar en que no sólo no habían querido escuchar su idea, sino que la habían ridiculizado aun sin conocerla. Al principio se sintió ofendido, pero el ir caminando le tranquilizaba en gran medida y no tardó mucho en volver a pensar con calma en todo lo que había sucedido, llegando a la conclusión de que no hacía más que reafirmar sus hipótesis. “Si ni siquiera han esperado a escucharme para reírse de mí es porque están llenos de prejuicios, pero conseguiré que me escuchen y cambiaré su forma de ver el mundo. Sí, ellos no tienen la culpa”  en pensamientos como este iba ocupado Carlos cuando sus pasos le llevaron a la plaza del ayuntamiento y reparó en que allí se encontraba el alcalde, subido sobre una plataforma de madera, dando un discurso sobre algún tema de sumarísima importancia ante un grupo de fieles y exigentes votantes. Carlos no pudo identificar con precisión el tema sobre el que se hablaba, pero sí pudo captar la esencia del mensaje, que venía a decir que el problema, en caso de que fuera un problema, no era culpa suya sino de los otros (quienes sea que fueran); ahora bien, si resultara no ser un problema, y fuera algo ventajoso, era sin duda gracias a él. Ante semejante discurso, tan genial como único, el público no pudo por menos que prorrumpir en aplausos y vítores, en honor de su no tan buen alcalde como orador. Era un público compuesto por ese tipo de expertos en política que tanto se estilan en nuestro amado país, de aquellos que si algún día se ven frente a su líder, y éste con su traje caro, su discurso barato y su sonrisa ensayada dice: “Bla Bla Bla”, no podrán evitar decir a continuación “¡Pero que listo es! ¡Si eso mismo es lo que yo digo, lo mismito! ¡Viva!”.
Algo así como un plan surgió entonces en la imaginación de Carlos. Por lo visto el discurso se había alargado más de lo esperado, circunstancia que había hecho bajar la guardia de las fuerzas de seguridad que, en cumplimiento de su deber, estaban inmensamente aburridos. Además era esta una ciudad pequeña y tranquila, en la que todos eran conscientes de que el papel de los policías junto al alcalde era más bien un asunto de protocolo que de seguridad, pues no se temía incidencia alguna. Todo esto permitió que Carlos pudiera escurrirse entre el vallado sin ser visto y colocarse junto a la plataforma, desde donde escuchaba el discurso el séquito del alcalde, formado por gente respetabilísima. Carlos esperó paciente y con gesto serio, y ninguno de los allí presentes se preguntó quién era o qué hacía ahí, pues si le habían dejado entrar, pensaban, sería por algo. Al cabo de una media hora, el alcalde finalizó su plática y, entre aplausos y gestos de asentimiento, bajó de la plataforma con un inconfundible gesto de satisfacción y un pequeño brillo en los ojos en el que se podía leer algo así como “A mí aquí no me quitan el sillón de alcalde hasta el día del juicio final”. Inmediatamente después de que la plataforma quedase libre, Carlos se subió a ella con absoluta tranquilidad, como si realmente estuviera planificado así. Puso sus apuntes sobre el atril mientras todo el mundo le miraba con extrañeza, pues nadie sabía quién era ni qué demonios hacía allí, pero no se atrevían a preguntar, temerosos de ponerse en ridículo.

- Queridos ciudadanos -Comenzó Carlos, improvisando una pequeña alteración en su fórmula inicial-, es mi intención aprovechar esta oportunidad para arrojar luz sobre algo que nos concierne a todos.

Al escuchar estas primeras palabras, la curiosidad pudo más que la vergüenza y el alcalde preguntó al hombre encargado del evento quién era este joven, a lo que recibió como respuesta un encogimiento de hombros y una expresión de estupidez casi perfecta, como si el mismísimo inventor de la estupidez le hubiera ayudado a ensayarla, lo que empezó a impacientar al representante del pueblo.

-A lo largo de la historia los hombres nunca han sabido comprenderse -Continuó Carlos -, debido a todo tipo de prejuicios derivados de las distintas culturas, clases sociales, religiones, ideologías… pero yo he ideado un sistema en el cual todos los hombres podremos vivir como iguales, como hermanos, como una gran familia.

El alcalde no podía dar crédito a lo que escuchaba. Inmediatamente se giró y llamó a gritos a los policías para que subieran a sacar de ahí a “ese imbécil”, como dijo textualmente el gran orador. Con todo esto la gente se dio cuenta de que el chico ese que hablaba tan raro debía de haberse colado y empezaron a abuchearle, algunos incluso estuvieron a punto de arrojarle lo primero que tuvieran a mano.

            -Porque, creedme cuando os digo que, no hay hombres mejores ni peores, y solamente nosotros tenemos en nuestra mano la fuerza para devolverle a las cosas su sentido y… ¡Eh, soltadme! ¡No he terminado! -Todo esto pudo oírse entre pitos y abucheos hasta que dos policías se llevaron agarrado a Carlos de la plataforma.

Carlos no hizo más que un amago de forcejeo, tras el cual se dejó llevar dócilmente, empezando a ser consciente de que tal vez no había escogido la mejor forma de hacer llegar su mensaje. Cuando el plan surgió de forma espontánea en su mente, imaginó que la gente escucharía atentamente sus ideas, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de hombres preparados, como el alcalde y sus acompañantes, y de un público que había acudido allí de forma voluntaria a escuchar algunas ideas. En modo alguno se le ocurrió que aquello pudiera terminar igual que el discurso en la clase, o peor. Carlos estaba ensimismado en estas valoraciones cuando se percató de que el policía le decía algo, y por el tono y la mirada debía de ser ya la segunda o tercera vez que se lo decía. Fue en este momento cuando observó por primera vez a los dos policías, y comprobó que no había ninguna autoridad en sus rasgos, sus formas o su mirada. Pensó que toda la autoridad manaba de un traje azul y una chapita brillante, aunque este pensamiento pronto se confundió con otros.

            -¡Escúchame niñato! -Dijo uno de los policías, que parecía rondar los cincuenta años -. Nos has dejado en ridículo delante del alcalde. ¿Todos los hombres iguales dices? Te voy a llevar yo a un sitio en donde todos los hombres son iguales.

Los dos policías metieron a Carlos en el coche y, en completo silencio, le llevaron a la comisaría, edificio grande, robusto y seco, que de algún modo recordaba a la facultad de ciencias políticas. Una vez allí fue trasladado directamente al calabozo y despedido cordialmente por el mismo policía que había hablado antes.

            -¡Ala! Aquí vas a tener tiempo para pensar en más ideas brillantes.

Carlos no era completamente consciente de dónde estaba ni de por qué, un sinfín de sensaciones nublaba su entendimiento de tal forma que pasaron unos diez minutos, en los que estuvo sentando mirando al suelo, antes de que reparase en que no se encontraba solo en el calabazo. Junto a él compartía su suerte un hombre que rondaba la treintena, extremadamente delgado, sin duda por efecto de alguna adicción. Su rostro era una caricatura del que debió ser algunos años antes, y en él destacaban unos preciosos ojos negros que parecían pedir perdón por haberse equivocado de cara. Carlos se quedó mirándole fijamente, imaginó como debió de ser en su juventud, y se entristeció al ver ante sí, como un hombre demacrado, al que debiera ser un hermoso joven. El compañero de calabozo, al darse cuenta de que Carlos le miraba fijamente, pensó que era un buen momento para comenzar una conversación y hacer más llevaderas las horas que aun le quedaban por pasar ahí.

            - ¿Cómo te llamas chaval? -Dijo a Carlos.
            -Carlos, ¿Y tú?
            -Yo me llamo Miguel, ¿Y porque estás aquí Carlos?
            -Por intentar abrirle los ojos a algunas personas.
            -Joder niño, sí que estás loco. ¿Y con que querías abrírselos, con un pincho o a ostia limpia?
            - No, no -Respondió Carlos sin poder contener una sonrisa -, sólo con palabras, intentaba que ellos vieran el mismo mundo que yo veo.
            -¡Ja! Pues yo no le haría nunca a nadie la putada de hacerle ver el mismo mundo que yo veo, ni a mi peor enemigo ¡Te lo juro por mi santa madre! Porque no te imaginas la cantidad de mierda que hay. Empezando por esos cabrones de azul de ahí fuera. ¿Y cómo es tu mundo chaval?
            -Mi mundo es un mundo en el que todos los hombres son iguales.
            -¡Cómo se nota que eres joven! Los hombres sólo somos iguales ante la muerte, es lo único que he aprendido en mi puta vida.
            -No, te equivocas. También somos iguales al nacer. Nacemos y morimos iguales, todas las diferencias vienen dadas por los errores que cometemos entre estos dos momentos. Y cada vez somos más diferentes porque cada vez arrastramos más errores de generaciones anteriores. Pero yo he ideado un sistema con el que empezar de cero, borrar todos los errores y volver a ser todos iguales, como nunca debió de dejar de ser.
            -Venga ya chaval, si consigues que alguien se trague eso, yo dejo el caballo. -Dijo Miguel, con una mueca de cinismo que afeaba aún más su rostro.

-Está claro que aun no es mi momento, así que esperaré -Dijo Carlos, apartando la mirada de su interlocutor y fijándola sobre el techo del calabazo -. Pero llegará el día en que yo, o tal vez otro porque yo haya muerto muchos años antes, pueda ser escuchado y comprendido. Llegará el día en que estas ideas, que hoy provocan risas o abucheos, serán comprendidas con tal claridad que el mundo se sorprenderá de no haberlas tomado antes como propias. Y ese día el hombre descubrirá todo lo que vale en realidad, descubrirá cuán hermoso es todo lo que hoy odia, desprecia o desconoce. Descubrirá la grandeza de vivir y ser libre.